Comentario
El problema de la definición del arte del Seicento no puede resolverse por la rígida antítesis entre Renacimiento-Barroco o clasicismo-barroquismo. Por el contrario, la presencia de aspectos no reducibles a los caracteres señalados como propios del Barroco, indica que es imposible usar el vocablo como definición comprensiva de todos los fenómenos del siglo y, por ende, impide reconducir esos fenómenos a una única tendencia. Como en el caso del Manierismo, la fortuna crítica y la gran difusión alcanzadas por el término han motivado que de la acepción estilística originaria (referida a un momento preciso y a unos artistas concretos) se haya pasado a la caracterización de todo un período histórico, asumiendo valores que no le son propios, y que se extiende desde la crisis del Manierismo hasta la primera afirmación del Neoclasicismo (desde 1600 a 1750 aproximadamente). Es así que, de nuevo, nos topamos con un vocablo ambiguo, que oscilando entre generalización y especificidad se toma equívoco e incomprensible. Igual que ocurre con términos como Gótico o Manierismo, deberá ser usado con cautela y entendido como definición adherente, aglutinante, de todas las tendencias, por un lado, y cabal, correcta, tan sólo para algunos aspectos de la múltiple realidad del arte del Seicento, por otro.